miércoles, 9 de diciembre de 2009

Carta de meditación para los Obispos reaccionarios de la actual Conferencia Episcopal



¿Qué os ha ocurrido queridos hermanos obispos? ¿Quién os ha cerrado los ojos? ¿Qué pasa cuando os nombran Obispos? ¿Qué cambia en vuestro interior? ¿Por qué os dejais uncir como silentes bueyes a la uniformidad, al paso lento, al pensamiento único, a los arcaicos signos y estructuras? Eso no es unidad, hermanos míos, eso es claudicación ante la permanente llamada del Espíritu renovador. ¿No sois vosotros los adalides del Evangelio? Pues deberíais ser los primeros en reflejar el permanente dinamismo de la sociedad en la que vivís.

Sin embargo, os percibimos atrincherados e inmovilizados bajo el incienso de vuestros turiferarios. ¿Os habéis fijado, por ejemplo, en quienes conforman vuestros consejos? Con los laicos contáis poco, pero los que escogéis, son siempre los bailadores del incensario. No toleráis los distintos, críticos, disconformes, heridos, perdidos o buscadores. Habéis borrado de vuestro particular evangelio a los “zaqueos”, “magdalenas”, “mateos”, “leprosos”, “paralíticos”, “cananeas”, “adulteras”, “bartimeos”, “samaritanos” y demás gente sospechosa. Ahora os encanta rodearos de doctores, escribas y fariseos.

Hoy solo quiero invitaros a meditar sobre vuestros signos, vuestra apariencia, vuestra imagen ante nosotros y ante el mundo. Bajo la pesada losa de la uniformidad e inmovilismo canónicos os amancebáis con la pompa, el lujo, la púrpura, el boato y la profanidad. Me aterra la lucidez que os ha sorbido esa aduladora vanagloria con la que vivís. ¡No os es lícito! (Mt 14,4). Me duele hasta el hondón del alma la ceguera a la que os ha reducido. Camináis ciegos y sordos bajo vuestras ilustrísimas, excelentísimas, reverendísimas y eminentísimas contradicciones. Cuanto más os encumbráis más lejos estáis del Pueblo y de su Dios. ¿Es propia del reino de Dios tanta farándula? “Guardaos de los maestros de la ley, a los que les gusta pasearse con vestidos ostentosos, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Mc 12,38)

¿No os importa escandalizar en manifestaciones y declaraciones a favor de la sagrada familia tradicional y en contra de todo lo demás? “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una rueda de molino y lo tiraran al mar” (Mc 9, 42). “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de Dios a los hombres! ¡No entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren!” (Mt 23, 13).

Me duele tener que deciros todo esto. Siento una terrible vergüenza porque un pecador no es el indicado. Pero no tengo más remedio que expulsar esta profecía que me lleva corroyendo las entrañas mucho, muchísimo tiempo... ¡No se puede silenciar por más tiempo la contaminación mundana que os rodea!

Hoy os ruego que meditéis solo sobre vuestros signos externos, lo que se ve, lo que decís, lo que os desprestigia y os ata. No me siento con fuerza para hablar de vuestro autoritarismo o de vuestra afición a arrancar supuestas cizañas sin esperar a la siega, en contra del mandato evangélico: “¡No! No sea que al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo” (Mt 13, 29). Tampoco quiero extenderme con vuestro protagonismo, con vuestra creencia de que sois los garantes de la Iglesia, es más, de que sois la “Iglesia”. ¿Se os olvido que quien dirige y garantiza es el Espíritu Santo? ¿Por qué no lo veis caminando entre el pueblo?

Yo al contrario que vosotros no creo que los tiempos estén en vuestra contra, ni que haya católicos lenguaraces que os abominan. Es que vosotros mismos os habéis desprestigiado, os habéis convertido en sonrojo para los de dentro y en irrisión para los de fuera. Hace poco Benedicto XVI, citando a San Juan Leonardi, dijo textualmente: “la renovación de la Iglesia debe comenzar en quien manda y extenderse al resto”. ¿A que estáis esperando? ¡Desnudaos, sumergíos en el evangelio, volved al corazón de la Iglesia! “Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual que Dios, sino que se anonadó a si mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Fil 2, 5)

1 comentario:

josé luis egío dijo...

Lo que dice y hace la Conferencia Episcopal hace tiempo que dejó de representar el pensamiento mayoritario de los católicos en España. Buena gente de las Comunidades Cristianas de Base, la JOCE, Caritas, los teólogos de la liberación en América y tantos otros son compañeros nuestros en la lucha contra las desigualdades sociales y la marginación social.

La gente de la calaña de los Reig Plà, que el otro día dió una misa al lado de la bandera con el aguilucho, siguen en la línea de aquellos que sacaban a Franco bajo palio, como si fuera un santo, la Vírgen o el mismo Cristo.

Parece que no se dieran cuenta de que prostituyendo así una religión y una cultura que es patrimonio de muchos españoles contribuyen a que la Iglesia sea cada vez más pequeña y más sectaria.