Cuando se estudiaba “el Álvarez”, se conducía por entre matemáticas, lengua, o cualquier otra materia de estudio, el comportamiento social que, por supuesto, no poseía título específico en el conjunto de la diversidad del texto. Posteriormente se empezó a impartir Formación del Espíritu Nacional, asignatura de “muy obligado cumplimiento” aunque fuese un compendio de máximas y algo que se asemejaba a las leyes, pero, a diferencia de las actuales, eran sancionadas sin que los españoles tuviesen el más leve conocimiento de ellas hasta que estaban aprobadas. Esta metodología de estudio parece ser que está empezando a dar sus frutos: en el momento actual, a pesar de saber de antemano cualquier barbaridad cometida por algunos dirigentes políticos que, no olvidemos, cobran un excelente salario que pagamos todos, gran parte de los españoles, “metódicamente educados” en una forma de comportamiento “natural”, sigue sin reaccionar y sin racionalizar los acontecimientos que, de forma insultantemente reiterativa, acontecen cuando se descubren sus tropelías, mala gestión administrativa, cohechos, malversaciones e incluso, con cara de pocos amigos, si se les indica tímidamente que sean buenas personas.
“… Yo estoy en política para ganar dinero…”, famosa frase de uno de los dirigentes políticos más nefastos de los últimos tiempos. Y este es el problema la pasividad ante estos acontecimientos derivada, según creo, a una incultura que se ha apoderado desde hace mucho, mucho tiempo de los españoles y por ende de alguno de sus hijos e incluso de algún otro hijo de sus hijos. Y da pena que uno tenga que pensar esto de sus conciudadanos pero no podemos evitar que “votar sin preguntar y sin saber qué voto y para qué” se haya convertido en un hecho casi cotidiano.
“…Aunque seamos culpables los ciudadanos nos votan a nosotros…”. Otra frase tristemente célebre de ese señor que, a pesar de estar imputado en no sé cuántas causa judiciales, obvia a la justicia durante años con una desfachatez que oprime la garganta. Menos mal que no vemos muy bien su agria y amenazante cara debido a sus eternas gafas oscuras.
Tuve la mala suerte de poder constatar lo anteriormente expuesto al encontrarme hace unos días con un amigo, excelente persona, agricultor y muy trabajador, tanto que da vergüenza que siga trabajando de sol a sol sin obtener los beneficios que merece y como, a pesar de cualquier acontecimiento grande o pequeño que ocurra en este mundo, nuestra amistad es inquebrantable, hablamos y hablamos hasta tocar todos los temas que son motivo de una larga charla. Cuando llegó el momento de la política, a pesar de saber su forma de entenderla, me sorprendió y me hizo reflexionar con la siguiente afirmación: “¡Ojo!, que yo voto a quien voto porque no he conocido antes nada distinto y quiero que sigan los de siempre. No quiero ni a socialistas desharrapados, ni a modernos con la pancarta en la mano, ni a nacionalistas, ni nada de eso…”.
A pesar de todo, sin saber nada, sin darse cuenta de nada, sin preguntar, indagar y estar al día de los entresijos de una crisis provocada por los que están ganando millones en función de ella y de la que ya nos preguntamos a quién está beneficiando y perjudicando (bueno, esto último sí lo sabemos: a los trabajadores, a los pequeños empresarios, a los que, en definitiva, habían confiado en quienes no debían y cuando no debían), del intento de frenar y, a ser posible, destruir los logros sociales conseguidos con muchos esfuerzos, pues bien, a pesar de todo ello, se sigue votando a este llamado cariñosamente Partido Payudar porque sus dirigentes han estado “desde siempre” haciendo política y saben como resolver los problemas de todos los ciudadanos de a pie.
Estamos recogiendo hoy, en 2009, los “grandes avances políticos” de la “etapa Aznar”. Una gestión basada sólo en el pelotazo y la construcción, las “amistades peligrosas y guerreras”, el superferoz capitalismo del sálvese el que pueda y como pueda, del error de creer que los ricos son los más listos y no los más sinvergüenzas, etc., etc. En definitiva, estamos recogiendo los lodos de aquellos polvos lanzados por aquel nefasto gobierno que “reinó” en nuestro país durante dos legislaturas.
Se palpa la degradación social de los más desfavorecidos y a pesar de ello se nota la apatía, la desinformación, la calumnia que se nos planta frente a nosotros como el famoso dicho: “Calumnia que algo queda”, la pasividad…
Creo que debemos ser conscientes de que necesitamos dar un repaso a la cultura política y social, un repaso a la actividad y a la protesta contra quien trate de desvirtuar nuestra forma de vivir y comunicarnos, un repaso a la pluralidad con verdad, un repaso a nuestra vida presente y futura para que a quienes designemos como gestores no sean “los mismos”, sino los mejores, los mejor preparados y honrados, honrados como somos todos nosotros con nuestros amigos y vecinos.
Necesitamos un estallido de conciencia social, un conocimiento de la realidad cotidiana, una valoración de los avances sociales con el fin de poder despreciar la sinrazón y la calumnia. Necesitamos urgentemente lanzar al aire un grito de entusiasmo con todas nuestras fuerzas: ¡Fuera la pasividad!
Antonio Campillo Ruiz, “El Bamboso”